Hasta que finalmente pasó lo que todos temían: la Cultura ha empezado a ser víctima del Coronavirus, ya no de manera indirecta a través de cancelaciones preventivas, sino que debido a infecciones de los propios artistas, muchos de los cuales se han contagiado a pesar de todas las medidas sanitarias que se han estado tomando.
El caso más mediático fue el de la soprano Anna Netrebko, una de las mayores divas de la ópera a nivel mundial, quien hace unos días fue internada en un hospital debido a una neumonía producida por el COVID-19. Su contagio ocurrió durante una presentación de la ópera de Verdi “Don Carlo” en el Teatro Bolshoi de Moscú cuando uno de los solistas empezó a sentirse mal y presentar una leve fiebre. Inmediatamente se aisló a este cantante, pero ya era demasiado tarde: varios músicos y trabajadores del teatro empezaron a dar positivo por Coronavirus. Era la primera producción operística que este teatro realizaba desde el cierre forzado por la pandemia en marzo.
Este es sólo uno de varios casos de producciones culturales afectadas por el COVID-19 que se han dado en Europa. También en Rusia el ballet del Mariinsky de San Petersburgo tuvo que suspender todas sus actividades tras un brote de contagios que afectó a varios miembros de la compañía. En Viena una presentación operística del Conservatorio generó revuelo cuando 46 de sus integrantes dieron positivo por Coronavirus. Esto terminó causando problemas incluso en la Ópera Estatal de Viena, la que, al haber participado algunos de sus músicos en la producción estudiantil, tuvo que realizar cambios de última hora en el elenco de varias de sus producciones.
Si bien en Austria la positiva experiencia del renombrado Festival de Salzburgo durante el verano, donde no se registró un solo contagio, hacía suponer una promisoria vuelta de la Cultura, rápidamente el optimismo se ha ido debilitando. Poco a poco se ha podido evidenciar la fragilidad de las medidas preventivas. Un solo contagiado es capaz de echar por suelo producciones gigantescas de un día para otro.
Y ocurre que es muy difícil imaginar un diseño sanitario en los eventos culturales capaz de efectivamente asegurar la contención del virus. Si bien por el lado del público la combinación de una estricta recolección de datos que permitan un eventual seguimiento de personas contagiadas, el uso de mascarillas y la distribución de los espectadores de manera distanciada en forma de tablero de ajedrez parece ser un plan sólido, por el lado de los artistas la cosa se torna mucho más compleja. Es prácticamente un hecho que tanto el uso permanente de mascarillas y el distanciamiento social constante son imposibles de llevar a la práctica en la mayoría de las producciones culturales ya desde el comienzo de los ensayos. Incluso la idea de realizar periódicamente test PCR puede terminar ocasionando problemas: en la Ópera Popular de Viena un falso positivo obligó a realizar pocas horas antes de la función un cambio radical de programa, pasando de la dramática ópera “Carmen” de Bizet a un ballet inspirado en la historia de “Peter Pan”.
Afortunadamente las autoridades gubernamentales han entendido el drama que significó el cese de las actividades culturales durante la primera ola de la pandemia y están realizando todos los esfuerzos posibles por mantener viva a la Cultura pese a todas las dificultades. Sin embargo, incluso medidas que no están directamente relacionadas con los eventos culturales terminan teniendo consecuencias negativas en estos. Es así como, por ejemplo, la declaración por parte de Alemania de Viena como zona de riesgo generó cambios o incluso cancelaciones en muchos espectáculos debido a los artistas provenientes de Alemania que ya no podrían viajar. Similarmente, el tope de 10 personas para eventos privados motivó la cancelación de matrimonios y eventos similares que siempre son una fuente importante de ingresos para muchos músicos. Además, la recesión económica que ha generado la pandemia ha hecho que la gente sea más reacia a gastar su dinero en espectáculos culturales, paralizando así muchas iniciativas artísticas.
Es evidente que se están viviendo días muy difíciles para la Cultura y nada hace pensar que el futuro inmediato vaya a ser mejor. Es ahora más que nunca que el sector tiene que mostrar la resiliencia que lo caracteriza y esto sólo será posible con un espíritu profundamente solidario, tanto de la sociedad para con sus artistas, pero también con respecto a los artistas entre sí. Sólo un mundo cultural que sepa pasar con paciencia y en unidad la tormenta, podrá salir a flote cuando, tarde o temprano, vuelva a salir el sol.
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